NewsAboutConcertsPublicationsBack toPodcastsProductionsDatabaseResearchCallsArchive

MEC0110

Obras:

  • Fabrizzio de Negri 1971
  • Fantasía concertante para oboe y cinta 2015
  • Sebastián Vidal 1980
  • Siempre es ahora 2016
  • Pablo Fredes
  • Subatómico-Croma 2015 Presentada en mayo 2017 en este concierto-SIMUC en Alemania.
  • Rodrigo Castellanos 1977
  • Panóptico 2014 Presentada en mayo 2017 en este concierto-SIMUC en Alemania.
  • José Miguel Candela 1968
  • Para construir una sociedad mejor 2009

Capítulo presentado por:

Guillermo Eisner

Guillermo Eisner nació en 1980 en Uruguay. Es un compositor formado en Chile, con estudios de postgrado en Chile, España, Portugal y México. Ha desarrollado música de concierto acústica y electroacústica, participando en festivales en Chile, Argentina, México, Francia y España. En 2015 publicó el libro + CD "Guitarrerías. 10 monotemas para guitarra", con el financiamiento del Fondo de la Música, y en septiembre del mismo año estrenó la ópera de cámara "La isla de los peces", coproducción del Centro Cultural GAM y la Universidad Alberto Hurtado. En el año 2012 publicó el CD "Habitar el tiempo", con el financiamiento del Fondo de la Música, el cual contiene 5 obras electroacústicas. Junto con esto, ha desarrollado una intensa labor creativa en el ámbito audiovisual componiendo la música y el diseño sonoro de diversas obras de teatro, danza y audiovisual. Entre los años 2012 y 2015 se desempeñó como profesor de Armonía, Análisis y Contrapunto en la Universidad Alberto Hurtado. Actualmente cursa el Doctorado en Música campo de Composición Musical en la Universidad Nacional Autónoma de México.


Estéticas de la presencia: del silencio instrumental al sonido de la emergencia

Jorge David García

Hace tiempo platicaba con Guillermo Eisner sobre sobre el trabajo del dramaturgo y compositor Heiner Goebbels. Discutíamos, entre muchas otras cosas, sobre la estética de un teatro concebido para máquinas sonoras. Discurso sin lugar, híbrida expresión del no-tener-espacio; carencia de narrativa, falta de elementos que doten a la música, al teatro o al perfomance de recursos predecibles y coherencia estructural. En palabras de Goebbels, estética de la ausencia que no deja ocasión para el ritual que reproduce nuestro drama cotidiano.

No es extraño, por lo tanto, que al escuchar el podcast de Eisner en el MEC, cuyo hilo conductor es la condición migrante de varios de los compositores que en éste se presentan, la ausencia surja como un aspecto sobre el cual reflexionar. Desde esta perspectiva, el programa de Guillermo nos invita a pensar en las tensiones que existen en las sociedades contemporáneas entre la ausencia y la presencia de cuerpos-que-crean: seres humanos capaces de construir, desde el lugar particular que los elija para ello, discursos que nos hablan de un momento histórico en el que la aparición y el desvanecimiento son dos caras de una misma moneda.

¿Qué significa ser “creador nacional” en un contexto como el nuestro? Esta pregunta, lanzada desde México, ¿cómo resuena en territorio chileno? ¿Cómo se manifiestan este tipo de interrogantes en la música chilena, tanto la que se escribe desde el propio país como la que se compone en territorios extranjeros? En busca de sonidos que reaccionen, sin necesariamente dar respuesta, a tales interrogantes, escucho las obras que Guillermo nos presenta, encontrando en cada caso una extrañeza inesperada que me lleva a replantear mi reflexión inicial sobre la ausencia.

En la primera obra, la Fantasía Concertante de Fabrizzio de Negri, nos encontramos con una pieza para oboe y cinta en la que el instrumento acústico mantiene un diálogo intrincado con los sonidos acusmáticos: aquéllos cuyas fuentes sonoras resultan invisibles. Desde el primer momento, en el que una nota larga funciona como resonancia del sonido “real” que aparece después, queda clara la ambigüedad entre lo-que-está y lo-que-falta. Lo presente imita lo que la ausencia propone, lo ausente es reflejo de presencias lejanas. A este último respecto, llama la atención el hecho de que los sonidos de la cinta provienen en su totalidad de grabaciones del oboe, como si fueran reminiscencias del proceso de montaje de una obra que, mientras la cinta se componía, todavía no se hacía presente pero ya comenzaba a resonar. Es así que pasados y futuros se entremezclan de distintas maneras, algunas veces convirtiéndose en un unísonos atemporales, y otras tantas generando texturas polifónicas en las que el hilo de los tiempos se confronta de manera evidente.

Resulta curioso, en vista de lo anterior, que la segunda obra del programa se denomine Siempre es ahora. Escrita por Sebastián Vidal, compositor y guitarrista chileno residente en España, esta pieza constituye, de acuerdo con su autor, “una reflexión acerca de la evasión del momento presente, el engaño del 'no tengo tiempo' o el 'comprometidos con el mañana'”. ¿Cómo se escucha este ahora extendido? Como resonancias, granulaciones, re-percusiones que parecieran escindirse de los ataques sonoros de los cuales surgieron; como presencias sin causa, como causas sin efecto: como gestos que nos recuerdan la sonoridad cotidiana de quien camina en su hogar, no desde la ausencia de estructuras causales sino desde presencias alternativas que nos comprometen con nuestro propio estar-ahora.

Pasando del presente temporal a la presencia del espacio, Pablo Fredes nos convoca, en su pieza titulada Subatómico-Croma, a sumergirnos en el territorio mínimo del grano: el espacio mínimo que no se puede segmentar en zonas geográficas, ni dividir en estratos-macro. A través de Eisner, Fredes dice que “es difícil señalar límites exactos para la percepción de la más pequeña forma. El punto se puede desarrollar, volverse superficie, e inadvertidamente llegar a cubrir toda la base o plano”. De modo que la superficie y el punto, más que ser dimensiones opuestas, forman parte en realidad de un continuo que nos convoca a escuchar otro tipo de presencias. Ya no es el grano una abstracción de lo inmensurable, de lo que carece de medidas verificables: ahora es la apertura hacia una nueva dimensión en la que los polos dicotómicos no parecen tener cabida. ¿A qué suena todo esto? A extrañas continuidades entre el sonido y el silencio, entre lo sutil y lo intenso, entre el mínimo gesto y la colisión de sonidos que se despliegan en “objetos” diversos. Como si se tratara de un micro-sistema planetario en el que asteroides, estrellas y planetas conviven al interior de un inmenso vacío, no hay grandezas ni pequeñeces que determinen el valor de los astros: sólo hay diferencias de perspectiva, cambios de escala, relaciones de gravedad en el que todas las presencias son igual de necesarias para que el equilibrio micro-cósmico se mantenga.

Pero el presente y la presencia, por mucho que nos convoquen a apreciar nuestro mundo desde una mirada más atenta, implican también toda clase de peligros. Esto es algo que nos advierte Rodrigo Castellanos -compositor oaxaqueño radicado en Chile- en su pieza Panóptico, en la que reflexiona sobre el riesgo de una sociedad en la que nuestros cuerpos y mentes son constantemente vigilados por el ojo de la ley que nos observa ininterrumpidamente. Es aquí donde el estar-siempre-ahora y el estar-siempre-presente se convierten en fantasías des-concertantes, en puntos de ruptura con la visión celebratoria de un supuesto universo sin ausencias. ¿Qué hacer entonces? No nos queda más que retomar las ideas de Goebbels: des-estructurar, derruir las formas pre-establecidas, colocarnos en el (no)lugar del discurso que niega, pero sin negar las contradicciones que su propia negación genera. En la pieza de Castellanos, esto se refleja en tensiones irresueltas, en frases incompletas, en expectativas insatisfechas. Todo aquello entre sonidos granulares que nos invaden, que nos vigilan, que penetran nuestros sentidos de manera “panóptica”, sin que podamos escapar de sus gestos punzantes.

¿Ha de dejarnos Guillermo Eisner abandonados en un presente tan abismal, tan trágico y asfixiante como el que la metáfora del panóptico sugiere? Ciertamente no. Por el contrario, él decide cerrar este podcast con una obra que nos ofrece una noción de presencia mucho más esperanzadora, una que se construye a partir de los discursos de un personaje chileno que es, todavía en la actualidad y quizás hoy más que nunca, el paradigma de una “ausencia presente” que le sirve a la sociedad para soñar, para luchar, para construir discursos emergentes.

José Miguel Candela, compositor de la última obra de esta “parrilla”, cita a Salvador Allende para decirnos lo siguiente: “Para construir una sociedad mejor será necesario formar un solo cuerpo para que se mueva de las más variadas formas, una sola voz para que por ella canten todas las voces, un solo sonido para escuchar la omnipresencia”. Una sola presencia, una sola negación de la ausencia compartida, una emergencia social que contrarreste la separación, el individualismo, la apatía. “Artistas y creadores... porque somos la izquierda unida”: estas son las últimas palabras que grita Allende en la versión de la pieza de Candela que se ofrece en el podcast que nos ocupa. No hay lugar a ambigüedad. El mensaje es contundente. La voz de quien-ya-no-está sirve como motor a las voces-de-los-que-estamos. De la ausencia emerge la presencia, en un “ensayo musical” que trata de la memoria, la lucha y la insistencia.

No ahondaré en detalles que inhiban la escucha: las obras hablan por sí mismas, y sólo ellas son capaces de traer las presencias necesarias para que la música emerja. ¿La música chilena? Posiblemente, aunque también podríamos referirnos a ella como música española, latinoamericana o oaxaqueña. ¿Acaso da lo mismo? Sí y no, depende de por donde se vea. Tal como sugiere Pablo Fredes cuando nos habla del “cromatismo subatómico”, de lo que se trata no es de cercar territorios, sino de ubicar magnitudes en perspectiva. El grano nacional o el plano global, el estar-adentro o escuchar-desde-afuera, no son sino escalas de una misma ubicuidad. Como hemos sugerido, la ausencia y la presencia son dos formas de nombrar una sola trayectoria: un mismo estar dispuesto al movimiento, a la transformación, y ultimadamente a la emergencia de nuevos sonidos.

Un dato curioso: la música electrónica, al menos para algunos de sus primeros promotores, era un medio para salir de los límites acústicos que los instrumentos convencionales tenían. Frente a la ausencia de ciertos límites, se contrapuso la presencia de otros, tal como la historia de la creación musical ha dado cuenta en las últimas décadas. En ese sentido, la música electrónica, tan importante para MEC, es un espacio privilegiado para observar el sonido de la emergencia: la tensión entre lo que es y lo que está dejando de ser, lo que comienza a ser apenas, y lo que vuelve a resonar después de décadas de silencio. Es así que la palabra de Allende se entrecruza con la dictadura del panóptico, y ambas tienen que admitir, al menos en algún punto subatómico, que siempre es ahora y que no nos queda más que asumirnos en el concierto de nuestra propia fantasía.

En palabras de Goebbels, “la ausencia puede ser entendida como la evasión de nuestra propia expectativa, de las cosas que hemos visto y escuchado”, pero también puede entenderse como “la presencia del otro, la confrontación con una imagen nunca vista o con una palabra o sonido nunca antes escuchado”1. Es para ello que yo he preferido nombrar este pequeño ensayo como estéticas de la presencia: para recordar que la creación humana, estemos donde estemos y asumamos la nacionalidad que nos convenga, es un estar-aquí-ahora que nos compromete con la emergencia resonante de realidades nuevas.


Notas

1) Goebbels, Heiner. Aesthetics of Absence. Texts on theatre. New York: Routledge, 2015.



Jorge David García es compositor e investigador interesado en temas vinculados con la investigación artística, los estudios del sonido y el software libre. Actualmente trabaja como docente-investigador en la Facultad de Música de la UNAM, forma parte del colectivo Armstrong Liberado y colabora con distintos grupos de danza y teatro.