Danor Quinteros | 30.08.2017
Viajar es aprender y la experiencia de vivir en otro país es su máxima expresión. Es la mejor forma de conocer el mundo, conocer a la sociedad y conocerse a uno mismo. La enseñanza fuera de las aulas es tal vez la que más perdura y la que más impacto tiene en nuestras vidas. Carreras artísticas como Música no son excepción a esta regla y afortunadamente, la naturaleza del músico estudiante es de movimiento, adaptación y cambios. Mientras tengamos la oportunidad, debemos abocarnos a esta realidad y disfrutar de ella. En mi experiencia personal me atrevo a decir que, 10 años después de haberme mudado a Europa, soy otra persona y otro artista, en una mejor versión de mi mismo que aprendió de aciertos y errores, los cuales veo en retrospectiva de forma siempre positiva y agradecido de haber recorrido lo desconocido sin miedo y con los brazos abiertos.
Un profesor te dice que algo está mal, otro te dice lo contrario. No has sido capaz de convencerlos con tu interpretación.
Después de haber estudiado un año en la Universidad de las Artes de Zürich, me cambié a Alemania y entré a la Escuela Superior de Música de Colonia el año 2008 comenzando una programa de Master of Music. A continuación proseguí con el Konzertexamen, un grado para solistas muy parecido al Artist Diploma de Estados Unidos, en donde entran no más de 1 o 2 personas al año y finalmente me mudé a Salzburgo, ciudad donde actualmente resido, para hacer un posgrado. He recibido numerosos premios y reconocimientos y tuve la oportunidad de contar en distintas oportunidades con becas y ayudas importantes gracias al gentil auspicio de corporaciones e instituciones como Los Amigos del Teatro Municipal, Conicyt, DAAD y el Consejo de la Cultura y las Artes de Chile. Gracias a ellos, pude concentrarme en mis estudios sin tener que preocuparme de contar con los medios para solventar mis gastos en el extranjero.
Siempre dirigí mi formación en la línea de solista e intérprete. Tuve pocos ramos teóricos, de los cuales en varios me eximí. Participé en numerosos festivales, clases magistrales y concursos tanto en Europa como el resto del mundo. Aquello constituye una parte importante de mi experiencia estudiantil, que me sirvió para superarme como pianista y competir de alguna forma conmigo mismo, de una manera autocrítica y constructiva, estando siempre consciente del escenario, la energía del público, la forma en que me escuchan y perciben, etc. Dichos cursos y clases magistrales fueron siempre particularmente interesante. Aprendí mucho de técnica instrumental y de interpretación. Asimismo aprendí a escucharme de forma más imparcial y objetiva. A propósito de esto me di cuenta de algo muy importante que espero poder transmitir a las nuevas generaciones de músicos: Un profesor te puede decir que cierto pasaje musical, cierta forma de interpretar es en su opinión incorrecta. Luego vas a otro profesor y te dice lo contrario. Eso da igual y no importa a nadie. Lo que pasa es que no has sido capaz de convencerlos con tu interpretación y punto. Nadie suele entrar al escenario a explicar la forma en que vas a tocar, casi como tratando de justificar anticipadamente lo que va a ocurrir. He aquí la magia de la música: No requiere explicación para que haga sentido. De igual manera, es capaz de conmover e impactar profundamente a una persona quien quizás no sabe quién es Bach ni qué es una Fuga.
Este es solo un ejemplo de las cosas verdaderamente importantes que aprendí estudiando en el extranjero, en un medio musical sumamente activo y enriquecido. Obviamente no debemos despreciar la formación académica, la asistencia a clases teóricas, leer libros, practicar, etc. Sin embargo, es la experiencia de los años y el día a día lo que vale y lo que los textos no pueden reemplazar.
El compartir con gente de otras culturas y formas de pensar es también indispensable para poder, uno mismo como artista, enriquecerse y familiarizarse con esta diversidad, especialmente presente en Europa en donde, viajando unas cuantas horas, puede uno encontrarse en un lugar completamente distinto con gente que tiene una manera de ser absolutamente distinta. Elementos culturales diversos como el idioma o incluso la gastronomía pueden darnos una idea de porqué la música de ciertos países o regiones puede tener determinadas características como ritmos o armonías particulares. Son sutilezas difíciles de explicar y describir, pero que son percibidas cuando uno las vive y absorbe. La interacción y cooperación entre músicos de distintos países ayuda igualmente a percibir, sin afán de generalizar, distintos acercamientos, escuelas de pensamiento musical, formas de vivir la vida y la música, etc. Estas interacciones son clave para la tolerancia y la integración. Muchas veces sentí que aprendí más (Algo no cuantificable?) tomando una cerveza con amigos de distintas nacionalidades en alguna taberna con más de 100 años de antigüedad que en una clase de piano. En fin, un sinnúmero de vivencias que quedan en la memoria y que transforman nuestras perspectivas y convicciones.
A manera de oposición o contrapunto respecto a la experiencia social, existe también la soledad y la reflexión personal. Por supuesto todo el mundo sabe que un pianista pasa muchas horas en una sala sin otra compañía que el piano y las partituras, pero además se pasan muchas horas de viaje entre ciudades y países. Estos viajes solitarios son momentos de reflexión y divagación de pensamientos que ocurren mucho más a menudo que estando solamente en el país natal. No puedo contar la cantidad de horas de mi vida que he pasado en un tren o en un avión, caminando de calle a calle y de hotel en hotel. En fin, constituyen muchos momentos de mi vida distribuidos en reflexión, ocio, contemplación, interacciones sociales esporádicas, redes sociales, creación, miradas al vacío, etc.
En Chile estudié en un colegio común y corriente sin ningún enfoque especial a las artes. Luego en la Universidad pude desenvolverme en un medio que congeniaba con mis intereses y aspiraciones, pero fue el mudarme a Europa y empezar otra vida lo que realmente abrió mis ojos y me hizo entender lo que significaba ser pianista y músico. Es una experiencia que me parece casi indispensable para cualquier persona que aspire a una carrera artística y que cuente con los medios necesarios y las ganas de iniciar una aventura enriquecedora que tendrá un gran impacto en sus vidas. Vivimos en la época de la globalización, en donde el acceso a la cultura internacional se ha vuelto cada vez más fácil y no obstante son tiempos de inestabilidad y tensión social que requieren más que nunca que seamos capaces de entender al resto del mundo, la forma de vida de cada ser humano y tolerar dichas diferencias sociales y culturales.
Danor Quinteros es titulado como Intérprete de piano de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudió además en la Escuela Superior de Colonia y en el Mozarteum de Salzburgo, obteniendo los grados de Master of Music y Konzertexamen. Ha trabajado con reconocidos músicos como Pierre-Laurent Aimard, Jacques Rouvier y Andrzej Jasiński entre otros. Danor Quinteros ha recibido becas y reconocimientos por parte de la corporación Amigos del Teatro Municipal, CONICYT, el programa de intercambio DAAD y el Consejo Nacional de la Cultura y la Artes. Ganador de varios premios internacionales, entre sus logros más importantes destacan premios en los concursos George Enescu, Steinway Förderpreis y Pietro Argento.